Vivimos unos
momentos socialmente convulsos. Convulsos porque una parte minoritaria de la
sociedad, aquella que detenta el poder sobre la mayoría, posee unas
herramientas, legítimamente adquiridas pero ilegítimamente utilizadas, para
anteponer sus intereses en la sociedad que todos formamos. Convulsos, al fin,
porque, como si de un principio físico se tratase, toda acción por parte de ese
sector, requiere de una reacción por parte del otro, del nuestro.
La patronal, privada
o pública, y su herramienta política, el Partido Popular, tejen, sin ningún
escrúpulo, una sociedad insolidaria, agresiva, competitiva e injusta, basada en
la fuerza, en el poder, en la capacidad para ningunear, si no doblegar, al otro.
La agresión
personal que estamos sufriendo los trabajadores públicos durante el
totalitarismo del Partido Popular es el síntoma de un proceso de saqueo de los
derechos de esos trabajadores y de su honorabilidad ante la ciudadanía. Acción que
requiere de la reacción necesaria para contrapesarla.
Hoy en día,
hemos dejado de ser trabajadores públicos al uso para convertirnos en garantes
del sector público que el gobierno liberal quiere arrebatar, no ya a sus
trabajadores, sino a toda la ciudadanía (y sí, volvemos a hablar de hospitales,
de escuelas, de servicios sociales, de un largo etcétera y, desde luego, de
centros penitenciarios).
El Partido
Popular se ha puesto frente a los trabajadores y debemos de elegir entre
esperar agazapados en nuestros cubículos sus agresiones u oponernos
frontalmente a ellos. Y hay que hacerlo ¡ya!, porque una vez que nos han
sometido, ahora quieren destruir la única herramienta que es capaz de hacerles
frente, el sindicalismo.
Han denostado
al sindicalismo como nos denostaron a los trabajadores públicos hace un par de
años. Lo hacen desde sus voceros mediáticos, desde sus políticos más radicales
y desde sus seguidores emboscados dentro del colectivo. ¡Y ha calado en toda la
sociedad!. Pero también, y desde el otro frente, cala en la sociedad la
necesidad de cambio y de regeneración. Esa
sociedad conoce que nuestra única defensa laboral está en el sindicalismo
porque no hay otra cosa. Un sindicalismo que ha cometido muchos errores,
incluso felonías, y al que hoy se le exige que el mismo también se regenere,
para resurgir de sus cenizas, purgarse y luchar, luchar y luchar por los
funcionarios y por los ciudadanos, por lo público y por lo privado.
El sindicato
UGT es un sindicato de clase formado por trabajadoras y trabajadores, no tiene
que ser un “aparato”, ni una empresa de seguros, ni un servicio. UGT, eres tú,
sólo tú y tus ideas progresistas, y tus ideas sociales, y tus ideas
humanitarias. ¡Adelante, da ese paso, lucha!.