martes, 24 de marzo de 2009

¡Yo soy arquero!


Amo los bosques. En otoño, por los colores, en primavera por los olores, en verano por la luz, en invierno por el silencio. Amo cada rincón de los bosques. Amo la naturaleza.

Por la niebla que trepa por las colinas.
Por el eco en las paredes de la quebrada.
Por el fío en la cara y el viento que mece los trigales.
Por el silbido del cuervo desafiando el precipicio.
Por el estruendo del río que nace y su paz al morir.
Por el musgo empapado.
Por el jabalí que orza entre castaños.
Por la berrido del corzo llamando a su compañera.
Por el tañido de la campana que en el valle sosiega el alma.
Por el piélago nevado encuadrado en azul celeste.
Por el sonido de la lluvia bajo las copas de los robles.
Por la vida y por su compañera.
¡Su compañera!.

Por mi padre.
Por el padre de mi padre y por el padre del padre de mi padre.
Por todos mis antepasados a los que estoy unido por la cuerda que une las palas de mi arco.
Por las leyendas arcanas que cuentan los viejos a la luz del fuego.
Por las madres lavando sus retoños en palanganas de cinc.
Por la ropa tendida al sol.
Por los armarios que huelen a manzana.

Enterrado entre hojarasca y espinosos matorrales, oculto entre la copa del roble o desperezándome entre rocas en la quebrada, veo como el sol abandona su lecho en las montañas del horizonte.
Levanto mi arma y le saludo:
¡Yo soy arquero!.