Ha pasado el
verano, por lo menos el climatológico. Se aproximan, poquito a poco, las
elecciones autonómicas y poquito a poco el Gobierno Estatal y Autonómico, nos
pone la zanahoria delante de los ojos que al principio de la legislatura nos
había quitado de la boca. ¿Somos los burros por los que ellos nos toman? A esta
pregunta hay que contestarla; cada uno, como pueda.
La lucha
sindical, la lucha por nuestros derechos tienen por fin indiscutible la
estabilidad social, y dentro de ella, el progreso; por ello no podemos estar al
pairo de los periodos electorales, de sus falaces promesas o de los distintos
ajustes políticos. Nuestra lucha ha de ser independiente, diaria, constante.
Somos hombres y mujeres de bien y, como tales, tenemos que batallar en una guerra
de intereses contrapuestos. Unos intereses vitales por que lo son para nuestras
familias, para nuestra estabilidad social, para nuestro propio progreso como
seres humanos.
Una autentica
guerra, sin paliativos, independientemente de su menor grado de mortalidad (pues
haberla la hay), contiene toda la carga de crueldad, encarnizamiento y dolor
que pueda tener cualquier otra. No podemos perder esta guerra, porque en esta
no se trata de defender un gobierno nacional por otro extranjero, no se trata
de un cambio de bandera, se trata de nosotros como personas, de nuestra
naturaleza como seres humanos, de nuestra familia como núcleo principal, de
nuestra sociedad como seres libres. Es una lucha vital, no territorial, no
política, no de reyezuelos.
Nos debemos
plantear si debemos luchar por ser hombres y mujeres libres. No sólo de
calificativo, sino por tener las herramientas necesarias y suficientes para
nuestro autogobierno personal basada en la igualdad de derechos y de
oportunidades y la coherente corresponsabilidad de los derechos y deberes
del resto de la comunidad.
Hoy en día, agraviados,
ofendidos, zaheridos, con los recortes sociales, políticos, cívicos,
económicos; arrastrados a la exclusión social, abandonados a una política
sanitaria, asistencial y educativa mendigante; solamente nos queda demostrar que podemos
invertir el flujo social y, de una vez por todas, que ese flujo fluya de abajo
a arriba y no de arriba abajo; que fluya de los cuantitativamente superiores a
los inferiores, de los que llevan nuestra comunidad estatal sobre sus espaldas,
a los que van encima de ellas confortablemente instalados. Demostrarles que
creemos en la iniciativa y en el progreso económico individual, sí, pero no en
los privilegios, ni en el avasallamiento, ni en la injusticia.
Igualdad, Justicia
y Dignidad. ¿Podrían ser el argumento de tu naturaleza como ser humano?. Si
es así, compañero y compañera, lucha por el porque nadie te lo va regalar.