lunes, 25 de agosto de 2014

Guerra sindical


Ha pasado el verano, por lo menos el climatológico. Se aproximan, poquito a poco, las elecciones autonómicas y poquito a poco el Gobierno Estatal y Autonómico, nos pone la zanahoria delante de los ojos que al principio de la legislatura nos había quitado de la boca. ¿Somos los burros por los que ellos nos toman? A esta pregunta hay que contestarla; cada uno, como pueda.

La lucha sindical, la lucha por nuestros derechos tienen por fin indiscutible la estabilidad social, y dentro de ella, el progreso; por ello no podemos estar al pairo de los periodos electorales, de sus falaces promesas o de los distintos ajustes políticos. Nuestra lucha ha de ser independiente, diaria, constante. Somos hombres y mujeres de bien y, como tales, tenemos que batallar en una guerra de intereses contrapuestos. Unos intereses vitales por que lo son para nuestras familias, para nuestra estabilidad social, para nuestro propio progreso como seres humanos.

Una autentica guerra, sin paliativos, independientemente de su menor grado de mortalidad (pues haberla la hay), contiene toda la carga de crueldad, encarnizamiento y dolor que pueda tener cualquier otra. No podemos perder esta guerra, porque en esta no se trata de defender un gobierno nacional por otro extranjero, no se trata de un cambio de bandera, se trata de nosotros como personas, de nuestra naturaleza como seres humanos, de nuestra familia como núcleo principal, de nuestra sociedad como seres libres. Es una lucha vital, no territorial, no política, no de reyezuelos.

Nos debemos plantear si debemos luchar por ser hombres y mujeres libres. No sólo de calificativo, sino por tener las herramientas necesarias y suficientes para nuestro autogobierno personal basada en la igualdad de derechos y de oportunidades y la coherente corresponsabilidad de los derechos y deberes del resto de la comunidad.

Hoy en día, agraviados, ofendidos, zaheridos, con los recortes sociales, políticos, cívicos, económicos; arrastrados a la exclusión social, abandonados a una política sanitaria, asistencial y educativa mendigante; solamente nos queda demostrar que podemos invertir el flujo social y, de una vez por todas, que ese flujo fluya de abajo a arriba y no de arriba abajo; que fluya de los cuantitativamente superiores a los inferiores, de los que llevan nuestra comunidad estatal sobre sus espaldas, a los que van encima de ellas confortablemente instalados. Demostrarles que creemos en la iniciativa y en el progreso económico individual, sí, pero no en los privilegios, ni en el avasallamiento, ni en la injusticia.

Igualdad, Justicia y Dignidad. ¿Podrían ser el argumento de tu naturaleza como ser humano?. Si es así, compañero y compañera, lucha por el porque nadie te lo va regalar.