Pasadas las
elecciones a Secretario General del Partido Socialista Obrero Español de 13 de julio de 2014, las primeras en la
historia del partido que los militantes eligieron por sufragio universal a su
Secretario General, los socialistas volvemos a tener esperanzas en liberar a la
política, en general, de las viejas mañas que la han polucionado. No sé en que
se basan esas esperanzas, porque por muy buenas palabras que ahora se nos
digan, no podemos olvidar que la mayoría de las veces sólo han sido cantos de
sirena que nos atraían, contentados ya, a las mismas malas mañas.
Sin
embargo, esta vez nos encontramos con una diferencia, y es que la sociedad ha
obligado a nuestro partido a cambiar, a reaccionar ante el clamor de los
ciudadanos, y los militantes, que somos parte de esa ciudadanía, hemos
canalizado hacia nuestra estructura política, al llamado aparato, ese clamor. Y
eso tiene una lectura. Una única lectura: nuestro partido vuelve a construirse
desde abajo hacia arriba.
Hemos
empezado por la cota más alta de la estructura política, pero ahí no nos
podemos quedar porque podríamos volver a escuchar el canto de esas sirenas capaces
de devorar nuestro partido. Debemos de trasladar ese empuje a cada una de
nuestras agrupaciones. En los pueblos y en las ciudades, los militantes deben abandonar
su pasividad, su segundo plano y ocupar su lugar principal, un lugar de interrelación de su agrupación, con sus
compañeros, con la Comisión Ejecutiva. Una Comisión Ejecutiva diseñada como
base de expectativas, iniciativas, compromiso, crítica y salvaguardia de los
militantes con las políticas federales o regionales. Una Comisión Ejecutiva
capaz de motivar a los militantes, formarlos, unirlos y no estigmatizarlos en
función de su empatía con los distintos grupos de trabajo o secretarios
generales; Una Comisión Ejecutiva que, en definitiva, haga sobresaliente lo que
es sobresaliente e ilusionante lo que es ilusionante: el socialismo español.