martes, 3 de agosto de 2010

Plan de verano

Sí. Sólo mi amigo Manuel puede escribir así.

Y ahora cuelgo el teclado, me voy de vacaciones. Maleta, pasaporte y horizonte; y un brillo en los ojos que descubre la ilusión por las nuevas experiencias.

Sí, me voy de vacaciones.

lunes, 2 de agosto de 2010

Paviak

Hace unos años fui a Varsovia. A Varsovia y a Cracovia. Fue un viaje muy especial porque, allí, no vi lo que pensaba pero sin embargo si vi lo que no pretendía. Y lo que vi y no vi, se quedó grabado en mi recuerdo de tal forma que aún lo siento como muy especial.
Yo creo que hay viajeros y hay guiris. Y esta diferencia se basa en la empatía con la que tratas al medio. Me dan muchísima pena esos ingleses, por ejemplo, que se pasan las vacaciones en España metidos en un pub inglés con camareros ingleses, bebiendo cerveza inglesa; o aquellos otros que armados con su guía van de museo en museo, de iglesia en iglesia con un ojo en el librito y otro en un retablo; que diferencia con aquellos viajeros del siglo XVIII y XIX que levantaron el polvo de los caminos de la Península Ibérica.

Evidentemente ser viajero puro, de esos que conectan con el medio, es cuestión de valentía y, desde luego, dinero. Poder hacer un raid de semanas o de meses, es algo poco compatible con familias, hipotecas, colegios, vida profesional, etc. Yo he de conformarme con tirar de maleta, visitar iglesias, alguna galería de arte y rincones concretos, abriéndome a la percepción estilística del lugar. Sin embargo también intento estimular mi percepción socio cultural con sus peculiaridades, sus gentes, su forma de vida. Cosas que se ven en la suciedad de un paso subterráneo, en la limpieza de metro, en la sonrisa de los niños en domingo o la tristeza de los ojos del mendigo. Desde esta perspectiva me tengo que conformar con ser medio guiri, medio viajero.

Monumento a expatriados por la URSS
Cuando estuve en Varsovia y en Croacia, además, sentí muy dentro otra percepción, la de la tragedia, la del horror. Y esa percepción fue mucho más fuerte que todos los estímulos estéticos o sociales y de los cuales poco saque en claro.

La foto que encabeza el artículo es de la prisión de Paviack, en Varsovia. La alambrada y el murete, que no son otra cosa que la entrada a tan tétrico lugar, son originales de la prisión que servía para la campaña de exterminio de los nazis. Las placas que se ven, están clavadas en un árbol ya seco, clavadas allí por familiares y amigos para rendir homenaje a sus desaparecidos. Tras el patio se entra al primer piso, único que queda, dónde te muestran las condiciones de vida de aquellos seres humanos que no teniendo la suficiente fuerza si tuvieron la máxima honorabilidad.

La desmoralización se apoderó de mí. ¿Realmente los seres humanos merecíamos un apice de respeto?. ¿Cuando trabajo para mi sociedad, en el ámbito de mi partido, realmente esa sociedad se lo merece?. Algunos dirán que esos sádicos eran casos puntuales y aislados; no, no lo son, nunca unos casos puntuales son capaces de alcanzar la magnitud de víctimas que se alcanzó a aquella época. ¿La Segunda Gran Guerra?: no, la "Gran Segunda Vergüenza".
Con lágrimas en los ojos dejé un donativo en una urna dónde sólo cabían billetes, no lágrimas porque de esas iban sobrados. Creo recordar que era para el mantenimiento del museo.
PAVIAK: Losas con distintivos de grupos de asesinados

Cuando salíamos un hombre, seguramente sería el portero, nos paró. Hombre mayor, cano, con un tanto de sobrepeso y con una cara de binachón. No hablábamos porque no nos entendíamos, no descansamos porque no había nada más que un mísero banco que él utilizaba y en él sólo cabíamos uno de nosotros, no nos agasajó pues ni café había. Sacó una tablilla de madera con agujeros y unos clavos e invitó a mi hijo a jugar. Yo miraba a mi hijo absorto en el juego, vi al hombre con una sonrisa un tanto vanidosa, infantil, vi a mi mujer descubriendo las reglas del juego y a mi hija intentando ayudar a su hermano. Los vi y lo sentí. Sentí que mi trabajo político, sí merecía la pena.