lunes, 14 de marzo de 2011

Adios Raksha

Casi once años. Once años de cariño, de compañía, de ternura. Nació el día de la República, murió el día que me presentaban en las listas de la candidatura para las elecciones municipales de 2011. Murió el 12 de marzo de 2011 y un trocito de mi vida murió con ella.

Tenía el nombre extraido de un personaje del libro de la selva, el de la loba que adoptó al niño, a Mowgli. Esa era su función en nuestra familia, rescatarnos con su cariño, con la ternura del cahorro.

Raksha era una perrita de raza, un golden retriever, un perro cariñoso, familiar, inteligentísimo. Y todo ello lo fue mi perra. Hoy, al despertarme no la he podido ver, ni darle su premio matutino por ser eso, cariñosa, familiar. Hoy he visto su foto y me hierve el pecho de dolor. Hoy ya no la voya acariciar su pelo de oro y plata.

Me cuesta trabajo decir que la compramos y también me cuesta decir que nosotros la adoptamos, porque fuera lo que fuera lo que hicieramos para estar en su compañía, ella nos quitó la honda herida que la muerte de otra perra, Kira, no dejo en el alma. Ahora le ha tocado a ella.

Vuelvo a sentir esa herida.

Cuando un ser querido muere, y Raksha era muy querida, cargas con su muerte porque vive en tu recuerdo sustituyendo a la mutua interacción cuando estaba viva. Así, poco a poco, vas cargando con más trozos de muerte que sustituyen los trozos de vida.