lunes, 27 de julio de 2015

Hasta las pelotas


Hasta las pelotas.

Hasta las pelotas de malos rollos, hasta las pelotas de gentuza que quieren medrar a costa de los demás, hasta las pelotas de puñaladas por la espalda, hasta las pelotas de mentiras, subterfugios, envidias, deslealtades, vanidades, complejos, trastornos de la personalidad; hasta las pelotas.

Hasta las pelotas de gente sin vida que pretenden su patética existencia pisando al que creen por delante, hasta las pelotas del fuego amigo, del fuego canalla, del fuego cainista. De amistades truncadas, amistades egoístas, amistades rentabilizadas y, finalmente, amistades humilladas y desatendidas; hasta las pelotas.

Hasta las pelotas de proyectos en la papelera enterrados en  rivalidad, hasta las pelotas de ineficacia por “yo me pongo tú te quitas, yo me quedo a toda costa”, hasta las pelotas de los destructores en lugar de los constructores, hasta las pelotas del yo soy más listo que tú; hasta las pelotas.

Hasta las pelotas del desánimo en la lucha por tus ideales, la caballeresca de saber quien es tu rival, el porque estás en donde estas y quien está enfrente, en tu dignidad y honorabilidad en el enfrentamiento limpio y verdadero; hasta las pelotas

Paso a paso, poco a poco, llegará el día en el que me decida definitivamente a dejar de llamar a mucha gente, compañeros; por que algo sí he aprendido: que no lo son.

viernes, 17 de julio de 2015

La niña llorando y la Unión Europea


¿Cuándo se ha producido el cisma entre el ciudadano y el político profesional?

 

Hoy leo, y veo, en El País un artículo sobre una niña libanesa que le dice a Merkel que quiere ser feliz, que quiere un futuro, un futuro que imagina dentro de una estructura profesional. Podría seguir especulando sobre ese entorno pero mejor eso os lo dejo a vosotros; quizás os imaginéis un entorno de libertad, de seguridad, de respeto. Sí, quizás el breve video “capado” por la siniestra mano de la censura, omitió esos detalles.

Merkel, hablando en plata, le dice que se joda, que coño, que hay mucho palestino muerto de hambre por el mundo y que ella no puede solucionar el problema de todos.

 

Demagogia sería haberla dicho que sí puede. Demagogia sería decirle que no se preocupe  que está todo planificado ya. Demagogia sería decirle que no importa donde haya nacido, que madre la haya parido o qué coño han hecho para hacer de su lugar de nacimiento una puta mierda. Ella es una niña, una niña que sueña y sonríe a sus sueños, que es sensible a lo que ve a su alrededor, y se le iluminan los ojos, que cree que puede vivir lo que adivina, y no cabe en sí de gozo. Ella es una niña.

 

¿Cuándo el político profesional dejo de ser sensible a una niña, a un anciano, a un parado, a un enfermo? ¿En que momento todo eso no fue más que una cifra en un presupuesto, en una conveniencia, en una variable de la ecuación? ¿En que momento se calificó todo eso de demagogia? ¿En que momento el político profesional se olvido de una niña llorando?

jueves, 16 de julio de 2015

Malos tiempos para los ciudadanos


Desde mi punto de vista vivimos un momento políticamente incorrecto en nuestro entorno institucional supuestamente garante de la vida gratificante de los ciudadanos.

Poderes legislativo, ejecutivo y judicial; Europa, España, comunidad autónoma, municipio; todo me parece inmerso en un fracaso político cuyas consecuencias van a modular nuestra futura vida.

Qué puedo decir de una Europa sumida en verdaderas batallas deshonestas, capaz de amputar uno de sus brazos por la defensa de unos valores económicos determinados y una hegemonía nacionalista; qué de una España cuyos poderes constitucionales no son creíbles por la ciudadanía, en la que un gobierno corrupto y una oposición que tiene que estar callada porque enseguida la tapan la boca, disponen con estrategias mafiosas su secularización política; qué de unas comunidades autónomas insolidarias con el resto de administraciones del mismo nivel y con sus propios ciudadanos cuyo referentes ideológicos los separan más y más de los intereses de la ciudadanía; y, por último, qué de unos municipios que basan sus estrategias políticas, no en el beneficio de sus vecinos, sino en personalismos impropios de su elección como lo son las querellas personales, el afán de protagonismo, o la radicalización del mensaje. ¿Qué clase política tenemos?

Parece que nos hemos acostumbrado muy pronto a las mayorías absolutas, y oposiciones resignadas, y nos hemos olvidado de la negociación para el beneficio público, del poder que tiene el convencer con respecto al vencer (Unamuno), de que la armonía pública se basa en la armonía política y que no es lo mismo tener una institución honorable que una verdulería de iracundas vendedoras (que no se ofenda nadie por el tópico) que quieren vender sus lechugas pretendiendo disimular su incompetencia con sus exabruptos.

Malos tiempos para los ciudadanos.