¿Cuándo se ha producido el cisma entre el ciudadano y el
político profesional?
Hoy leo, y veo, en El País un artículo sobre una niña
libanesa que le dice a Merkel que quiere ser feliz, que quiere un futuro, un
futuro que imagina dentro de una estructura profesional. Podría seguir
especulando sobre ese entorno pero mejor eso os lo dejo a vosotros; quizás os
imaginéis un entorno de libertad, de seguridad, de respeto. Sí, quizás el breve
video “capado” por la siniestra mano de la censura, omitió esos detalles.
Merkel, hablando en plata, le dice que se joda, que coño,
que hay mucho palestino muerto de hambre por el mundo y que ella no puede
solucionar el problema de todos.
Demagogia sería haberla dicho que sí puede. Demagogia sería
decirle que no se preocupe que está todo
planificado ya. Demagogia sería decirle que no importa donde haya nacido, que
madre la haya parido o qué coño han hecho para hacer de su lugar de nacimiento
una puta mierda. Ella es una niña, una niña que sueña y sonríe a sus sueños,
que es sensible a lo que ve a su alrededor, y se le iluminan los ojos, que cree
que puede vivir lo que adivina, y no cabe en sí de gozo. Ella es una niña.
¿Cuándo el político profesional dejo de ser sensible a una
niña, a un anciano, a un parado, a un enfermo? ¿En que momento todo eso no fue
más que una cifra en un presupuesto, en una conveniencia, en una variable de la
ecuación? ¿En que momento se calificó todo eso de demagogia? ¿En que momento el
político profesional se olvido de una niña llorando?