domingo, 5 de septiembre de 2010

De abajo a arriba



Cuando era pequeño me dijeron que la lección había que aprendérsela de arriba abajo; cuando era pequeño me dijeron que tenía que amar a Dios que estaba arriba, en el cielo, escrutando lo que hacíamos aquí abajo; cuando era pequeño me dijeron que Franco era caudillo de España por la gracia de Dios y que los ángeles iluminaban su camino desde las alturas.
Cuando aquella señora de vestido negro visitó mi casa todavía era pequeño, rompió mis juguetes y terminó con mis mimos, me convertí en un mal estudiante, deje de creer en Dios y aborrecí a Franco. ¿Para qué me servían los de arriba si yo estaba abajo?. ¿De qué me servían esos incompetentes que me habían abandonado abajo?.
Aprendí otra cosa. Aprendí que pisaba sobre el suelo, y me gustó el suelo. Aprendí que a mi lado había otro muchacho y otra muchacha como yo, y otros y otras más, y me gusto su compañía. Aprendí que nada existe realmente y que somos nosotros los que tenemos que crear nuestros propios proyectos, sudando, luchando y trabajando, y me gusto sudar, luchar y trabajar cuando lo hacía junto a esos muchachos y esas muchachas. Y me gusto, y me gusta ahora, hacerlo desde aquí abajo, pisando descalzo esa tierra empapada por la lluvia. Y me gusta porque porque somos gente seria que no estamos en los cielos, pero contamos con la dignidad de nuestro esfuerzo.
Hoy, en el acto de inicio de la campaña de Tomás Gómez, para las primarias a las elecciones autonómicas de Madrid, Matilde Fernández, senadora y diputada de Madrid, me ha recordado que soy gente seria; Juan Barranco, el último Alcalde de Madrid del pueblo llano, me ha dicho que soy de los de abajo y Tomás Gómez, Secretario General del PSM (PSOE), me ha dicho que todos y todas, tenemos que subir arriba para desalojar a los mercantilistas. Y todo ello con seriedad, con trabajo y con responsabilidad.
Yo no soy nadie, soy un militante socialista de base de un pueblo de Madrid, y quiero empujar de abajo a arriba a mi partido para echar a esos incompetentes del Partido Popular que valoran a los de abajo por su capacidad económica y no por su calidad humana.
Como terminó Tomás su discurso: ¡Salud!, ¡salud!, ¡salud!.