jueves, 26 de mayo de 2011

De la dignidad y el digno

No puedo por menos que emocionarme ante la generosidad de las personas. Esa generosidad que me afianza en mi respeto por la política y por los políticos incluso en un momento en el que estamos viendo como prolifera la costumbre de arrojar basura propia sobre un grupo de personas que pretenden dedicarse a coordinar un proyecto, que es lo que es un estado, dirigiéndolo en base a su ideología.


Se puede ser conservador o progresista; nacional, federal o nacionalista; se puede ser monárquico o republicano. Se puede ser lo que se quiera en política, siempre y cuando se sea honrado, ecuánime y generoso. Este triplete de cualidades define un político, ya que es su síntesis. Todo lo demás se puede recibir de elementos externos, tales como equipos de trabajo o delegaciones, pero esa terna constituye su esencia.

He tenido las suficientes experiencias de compañeros que han decidido priorizar al Partido por encima de sus intereses. Independientemente de cuales fueran los motivos, estos no fueron capaces de ser minorados por reconocimientos personales, civiles o institucionales.

En el mundo de la política cabemos todos, pero sólo algunos pocos, aquellos que sufren injustamente los descalificativos de la gente tribal que hablan por boca de otros, en lugar de ser capaces y lo suficientemente valientes de amparar a sus políticos distinguiéndoles sobre los indignos mercenarios de sus propios intereses, merecen ser calificados como tales.

Hoy quiero dar las gracias a mi compañera Carmen. A Carmen y a aquellos otros compañeros que conozco, o que no, que un día, con lágrimas en los ojos, se negaron así mismos lo que le dieron al Partido. A mi partido.

¡Salud compañera!

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