sábado, 21 de enero de 2012

Crónica de un Congreso

Alcalá de Henares, cinco de la tarde del 20 de enero de 2012, fiesta de San Sebastián. El día es bellísimo, ni una nube, salvo las que aportaba nuestro ánimo, teñía el cielo en tonos grises.
Hubiera sido un buen día de fiesta, y a fe que lo parecía, pues por las calles adyacentes, peatones y coches trazaban por sí mismos un sendero hacia el colegio Antonio Machado como si fuésemos de romería. Sin embargo, la perspicacia del observador veía que los ánimos no estaban para chanzas, bailes ni gaitas; serios, preocupados, miradas en el suelo y parla moderada, indicaban solemnidad.
Guarecidos de pompa y boato, por callejas sinuosas, como retiro ideológico más que como extroversión de mensaje, entramos en el colegio, antigua universidad laboral de la ciudad del Cardenal Cisneros y de Cervantes, ciudad horadada por Francisco de Quevedo, por Gabriel Vázquez, Tirso de Molina y tantos otros que la tomaron como escenario de su aligerada vida de estudiantes. El mismo Gaspar Melchor de Jovellanos, a buen seguro, le hubiera picado la emoción al ver a tan nutrido grupo de políticos encaminados por la ciudad que le dio cobijo durante buena parte del lustro de los sesenta, del vertiginoso siglo XVIII.
En estas que llegamos a la antigua Universidad Laboral, que ese día, y el siguiente, había de darnos acomodo. Acudíamos al Congreso Regional Extraordinariodel Partido Socialista Obrero Español, el partido de los trabajadores de España. El partido que hacía unos meses no había podido convencer a esos trabajadores que la opción obrera era la suya propia, y había tenido de asumir la mayor derrota electoral de su historia, perdiendo siete millones de votantes.
Allí estaban, preocupados, serios, recelosos incluso. Pero sí, allí estaban con sus ideas, sus mensajes, sus análisis. Allí estaban delegados de toda la Comunidad Autónoma de Madrid, mandatarios de los militantes de base de un partido con ciento treinta años de historia. Historia de los rechazos constituyentes, pero también historia de los primeros apoyos, historia de persecuciones y de compañerismo, historia de represión feroz y programa ideológico, historia de gobierno de progreso y modernización del País, historia de humillación, historia de progreso en los servicios sociales, historia de incomprensión. ¡Toda una historia!. Parte importante de la historia de nuestro País.
Eran las 17:30 y aún se repetían escenas de rencuentros, de abrazos, de camarillas, de fugaces miradas, de palmarios disimulos, también, claro está, de mudos desplantes. Acciones y omisiones propias de gentes de espíritus vivos, de ideas propias ampliamente meditadas y profundamente asumidas; y también de ideas a las que allegarse y por las que luchar.
Allí se juntaron Rafael Simancas, Ruz Porta, Pedro Castro, Juan Barranco, Carmen Toledano, Jaime Elisabesqui, Maru Menéndez; y tantos otros, sobre los cuales se depositaban las más de las miradas, las más de las afinidades, las más de las ilusiones.
Tocaron a prédicas. Delegados a sus sitios, invitados al nuestro. Desde mi posición se veía en el anfiteatro del aula magna, cientos de compañeros depositarios del ánimo, depositarios de las inquietudes, depositarios de las respuestas de miles de militantes. Al fondo, profusamente iluminada con respecto a los demás, la Comisión Ejecutiva Regional, iba ocupando los puestos con solemnidad, quizás, un tanto de preocupación. Iba a ser uno de los congresos más inciertos, más críticos. Sí, la pintaba en bastos.
Tomó la palabra, como insigne telonero, Eusebio González, Secretario General de la Agrupación Socialista de Alcalá de Henares para darnos la bienvenida a su tierra. Compañero siempre locuaz, siempre amante de su ciudad, nos animó a que uniéramos la sesión de trabajo con la siempre lúdica ciudad estudiantil, siempre cultural ciudad del arte.
Después salió a la tarima de oradores Tomás Gómez. Trabajador de los trabajadores, de la gente normal y corriente, de los de abajo. Hablo de políticas sociales, de las acciones contradictorias de la derecha de Rajoy y de Esperanza Aguirre. Hablo de la demolición, no sólo del estado del bienestar, sino también de las libertades y derechos fundamentales de los trabajadores que hace la derecha y que hoy ostenta el poder en la mayor parte del País. Pero también hablo de los militantes del partido, de nuestro esfuerzo y de nuestras ganas por salir de la derrota electoral que en aquel momento seguro desbordaría las intervenciones oratorias.
Los que vendrían después a lo largo de una primera jornada que terminó a las 22:00 horas, tendrían que ver con la acción de la Comisión Ejecutiva Federal. Horas que fueron salpicadas con palabras de comprensión en pocos casos, como Rafael Simancas, de comprensión con muchas puntualizaciones en otros, con absoluto rechazo por otro, a una Comisión ejecutiva que, a juicio de muchos, se había subyugado a la acción gubernamental gestora por naturaleza, y había desatendido la acción política su razón de ser.
Pero de esta intervenciones, mejor empleen ustedes medios de comunicación profesionales, y no el mío, para su comprensión y análisis. Yo me limito a contarles lo que viví aquel día 20 de enero de 2012, en la ciudad de Alcalá de Henares.