De azul se pinta la morgue cuando muere el marinero,
de blanco salino las flores que acompañan su tumba.
En la orilla la hembra llora su soledad ante la cruz,
y una gaita susurra el triste lamento del viento.
De camino por la costa coruñesa, en a costa da morte, uno se encuentra con la tragedia, y con el recuerdo. En Corme, pueblo coruñes, las cruces miran a la mar, retándola con su superchería, con su cruel vanidad.
¡Qué cruces más caras compramos!. Percebeiros, mariñeiros, y mineros, y siderúrgicos, y tantos y tantos que compran una cruz pagándola con su vida. Qué chiste tan cruel es la religión.