domingo, 11 de julio de 2010

“Le plan n’est pas de la politique”

Este fue el lema con el que Le Corbusier encabezó su primera versión de “Ville Radieuse”. El gran arquitecto y urbanista encabezaba así uno de sus grandes proyectos y me dejó, y aún persiste, un sabor agridulce en mi percepción juvenil de estudiante de arquitectura que por un lado amaba la obra y por otro se contraponía a su filosofía. Mucho más tarde de mi encrucijada tuve ocasión de leer a otro teórico distinguido del urbanismo, Fernando Roch Peña, que se expresaba, contestando a Corbu, así: "Si el sujeto que protagoniza la urbanística no es un hombre político, no es un ciudadano con toda su pluralidad dimensional sino un consumidor embrutecido, entonces es que estamos hablando de ingenierías menores. De ellas trata Le Corbusier, igual que sus aventajados discípulos de hoy aunque no se reconozcan tales, y otros más confundidos aún que creen que el sujeto de la urbanística es algún arquitecto de moda y sus simplezas. Pero la urbanística ha conocido y debe volver a conocer días mejores".
Afortunadamente, en la actualidad, sí es el “hombre político” el que controla la urbanística, valiéndose de sus representantes políticos para realizar una política urbanística adecuada, donde lo que prima no es el mercantilismo, sino la posibilidad de que toda persona, independientemente de su potencial económico, tenga una vivienda digna en un entorno planificado. Estos representantes políticos utilizan una serie de herramientas legislativas capaces de dar garantías de su actividad, siendo, precisamente en como se manipulan esas herramientas lo que diferencia unas políticas de otras.